Aquella tarde, en Villa Urquiza, visitamos a dos tías de mi madre. Ni me acuerdo de sus nombres. En casa de una de ellas había una enorme pajarera; allí habríamos de volver otro día. Pero esa tarde la pasamos en la casa de los otros familiares.
La tía de mi madre tenía tres hijos ya mayores: el chico, que se llamaba Rafael, y dos chicas, una de las cuales era maestra; una se llamaba Sandra, la otra ¡uf!, se llamaba Ezequiela ¿de dónde habrían quitado ese nombre tan raro?
Mientras mi hermana estaba con mis padres y la tía en el patio, jugando con el primo Rafael, yo ya me había aburrido y las primas me llevaron a un salón. Ellas sabían que yo ya estaba en primer grado, acababa de empezar, así que me enseñaron algo que sabía que existía, pero que nunca había podido tener tan cerca: una máquina de escribir. Menos mal que no se les ocurrió pedirme que escribiera “Ezequiela”...
Sabían que aún estaba aprendiendo, pero querían jugar conmigo, y yo con la máquina, aunque no tenía ni idea de cómo funcionaba.
A ver, Carmencita, escribe algo fácil, escribe “Rafael”; dale fuerte a las teclas... y eso hice. Pero allí había teclas que no sabía muy bien para qué eran, y en el papel vi aparecer, como por arte de magia, lo siguiente: “RAFA EL”
Claro, lo de la barra espaciadora era nuevo para mí y me enfadé conmigo misma por no haber podido escribir el nombre correctamente. Quise repetir la palabra, pero entonces recibí nuevas órdenes: Ahora escribe otra palabra . Y ¿qué palabra?. La que tú quieras. Nada, no se me ocurría nada. Miré para el gran cuadro que presidía el salón y la escena de caza me trajo algo a la mente; escribí: “CABAYO” ¡Cuándo se me ocurriría a mí escribir aquello! Una de las primas era maestra y por eso no se enfadó por haberlo escrito tal y como lo pronunciaba; sabía que todavía estaba aprendiendo.
Pero la risa vino por otro lado, y se reían las dos mientras hacían como que llamaban a su hermano: ¡Ah! Se lo vamos a decir a Rafael, que le llamaste “caballo”, ja ja ja.
¡No, que no era eso!, pero como estaban de broma, no me hacían caso. Al final terminé enfadada y le dejé el sitio para que escribiese mi hermana (ella no sabía, pero como ya nos íbamos...)
Queridos amigos, estimados lectores:
ResponderEliminarUn nuevo año acaba de empezar y con él la esperanza de millones de ilusiones. Que todo sea para bien y que se cumplan vuestros mejores deseos, ése es el mío.
Gracias por los comentarios y las visitas en el blog y en "Duerme en paz"; montones de gracias. Y gracias por vuestro ánimo y las felicitaciones. Hoy quiero empezar el año con una nueva pequeña historia que os invito a leer: "Tecleando" (que también es una buena forma de empezar el año...)
Un fuerte abrazo.
Biquiños.
Carmen
Have a Wonderful New Year, Carmen!
ResponderEliminarLos recuerdos de una infancia feliz nos hace caminar.
ResponderEliminarFeliz año nuevo
fus
Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor y es porque el corazón suele vivir de los recuerdos gratos.
ResponderEliminarUn beso y buen año todo el año.
Sigo viendo esas escenas a traves de los ojos de esa niña y no de Carmen y eso me impacta y hace que surja mi niña interior.
ResponderEliminarLos recuerdos de la infancia casi siempre nos hacen pasar un buen rato.
ResponderEliminarFeliz Año !!!
Los recuerdos de la niñez los suele abrazar y con fuerza el tiempo. Nos recobra.
ResponderEliminarUn abrazo Carmen
Con la sonrisa que me provoca la ternura de la historia que yo hubiese titulado Rafa el Caballo, te deseo las mejores letras para este 2012 al que le estamos sacando el embalaje.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen.
Me has retratado con tu texto tan ameno como real
ResponderEliminarLos niños y las titas.
Que recuerdos y siempre me daban la magdalena o Torta de Ines Rosales.Que me ha gustado volver a esos recuerdos.
Saludos, manolo
Carmen, que tierna anécdota de tu infancia, nada mejor que recordar esas ocasiones de cuando eramos pequeños, y mira que bueno que la máquina de escribir no te dio miedo.
ResponderEliminarSaludos y feliz 2012
las anécdotas de la niñez las recordamos con cierta entrañable alegría porque nos recordamos a nosotros mismos lo inocentes que éramos. besos.
ResponderEliminarlo lindo de recordar las anécdotas, que uno las revive de forma distinta, hasta gracioso, aquel enfado.
ResponderEliminarUn abrazo y buen inicio de año.
Bueno, es que tal vez no se había dado cuenta y en verdad sí el personaje quiso decir que Rafael era un caballo (o un cobayo), entonces la prima con alma de psicóloga se lo interpretó.
ResponderEliminarAsí se iniciaba la carrera de letras de la futura escritora, habría que ver por qué caminos anda ahora.
Un beso enorme.
HD
Y sin embargo dice tanto que las dos primeras palabras que tecleaste fueran rafa el y cabayo... que casi encierran la semilla de una novela en sí
ResponderEliminarsaludos blogueros
Aún recuerdo lo que tardé en pasar mi poemas cuando tuve mi primer pc, antes escribía a mano. Uff...
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