Siempre se juntaban en mi contra. Yo no sé por qué. Debía ser tonta también. Lo que estaba claro es que ellas eran más guapas; yo era el patito feo.
Mi prima y mi hermana, rubias las dos. Mi prima con ojos de color de miel; mi hermana con sus preciosos ojos verdes. Las dos delgaditas y yo..., con esta maldita barriguita incipiente que me ha acompañado siempre..., y que ha heredado uno de mis chicos. Bueno, yo ya la había heredado de mi madre... Cosas de familia.
Por encima, ellas con sus melenas largas y lisas, y yo tan blanquita, con el pelo tan negro y ondulado... y mis ojos...
Cuando íbamos a visitarles a su restaurante, mi tía siempre nos preparaba una ensalada. No había problema: una comía la lechuga, la otra los tomates y la otra la cebolla. Después a jugar, siempre cosas que mi madre nunca nos permitía, pero mi prima nos arrastraba a las travesuras. El castigo, siempre para las tres. Eso sí, antes de que se dieran cuenta, ya habíamos estado en la terraza y habíamos abierto y tomado dos o tres botellas de coca-cola cada una; poníamos las botellas en las cajas de las vacías y nadie se enteraba...
Pero no fallaba: después de un rato, las dos se compinchaban en mi contra y me hacían alguna jugarreta. Yo terminaba siempre llorando y jugando sola, o volvía a la terraza a ver si encontraba alguno de los gatos: ellos nunca me hacían rabiar; Carlos tampoco.
Carlos era hijo de unos empleados y vivía con sus padres en uno de los cuartos de la parte de atrás. A ellas no les hacía caso; a mi me miraba con una dulzura especial y me trataba con un cariño que nunca comprendí.
Una tarde en que ya volvía a estar sola en la terraza vi un pequeño gatito negro que corría hacia el fondo. Subió a las cajas de las botellas vacías de los refrescos y de un salto se plantó sobre el techo de los cuartos de los empleados. Yo sabía que si saltaba después no iba a poder volver, pero el gatito negro estaba asustado, maullaba y no sabía muy bien por dónde salir. O me metía yo en los tejados, o...
Sólo tenía que llamarlo y venía. ¿Qué pasa?, yo corría delante y él me seguía ¡El gatito! Carlos me miró a los ojos, me di cuenta de que lo que le estaba pidiendo era aún más peligroso para él que para mi. Al fin y al cabo, yo no era más que una mocosa, pero él era un chico grande, y aquellos techos podían caerse en cualquier momento. Desde el patio de abajo llegaron enseguida mi hermana y mi prima, ya todo el mundo se había dado cuenta de que álguien estaba allá arriba. Yo quería al gatito, pero no quería que le pasara nada a Carlos. No sabía si quería más una cosa o la otra..., y menos aún cuando con el minino temblando en sus manos saltó de nuevo a la terraza, se agachó delante de mi y me lo dio con todo el cuidado del mundo:
- Aquí lo tienes, Ojos Negros...
Se había jugado la vida, pero yo, por entonces, no lo comprendía. Siempre me llamó así, Ojos Negros...
creo que fue una forma muy simpática de llamarte; "ojos negros", creo que lo he escuchado hasta en la letra de alguna canción. un beso.
ResponderEliminarsiempre muy bellas historias, de vida simple, de niñez màs o menos despreocupada, de grandes y pequeñas acciones cumplidas asì, porquè SI..
ResponderEliminarun saludo y gracias por tus comentarios.
un abrazo
Blas
Carmen usted es mui querida para mi.gracias por está siempre presente y que en tu inteligencia siempre entiende el profundo de mis letras y sentimientos. Como me ustaria que tantos otros entendesse como tu los entende.
ResponderEliminarTu literatura es linda y adimiro los escritores como tu,que seria de nosoutros si los demás.
Te dejo mil besitos y amiga muchas gracias
una historia preciosa Carmen, de ese tipo de recuerdos que hacen una infancia feliz. Por curiosidad, ¿qué fue de Carlos? ¿Seguís en contacto?
ResponderEliminarbesos,
Linda historia.
ResponderEliminarDe las que se llevan siempre en el corazón y la imagen en los Ojos Negros.
Un abrazo!
Una historia de amor simple y recordable. Como bien dice la narradora, en aquel entonces la actitud no fue valorada en su justa medida porque no podía comprender que unos ojos negros pueden hacerlo a uno subir a la luna, si fuera necesario.
ResponderEliminarMe gustó que no haya habido tragedia... o sí, la del paso del tiempo, pero esa la padecemos todos.
Un beso enorme.
Humberto.
Muy bonita historia...Y muy nostálgica.
ResponderEliminarBuen recuerdo a Carlos y el minino.
Buen viernes.
tierno recuerdo de la niñez, a mí también me hacían jugarretas y terminaba llorando
ResponderEliminarRubia o morena, blancos o negros que más da? Dicen que también existen 250 grises.
ResponderEliminarSaludos
Donde hubo amor siempre queda el recuerdo, bonito relato.
ResponderEliminarun placer pasar por tu casa.
que tengas una feliz semana.
un abrazo.
¡Hola a todos!
ResponderEliminarGracias, en primer lugar, por pasar por mi pequeño rincón y por vuestros comentarios.
Draco, efectivamente existen canciones que hablan de ojos negros. Yo recuerdo una melodía que me gusta mucho y que solía tocar con el acordeón. Se llama precísamente así "Ojos negros" y es una romanza rusa a tiempo de tango; no sé el autor; probablemente pertenezca al folcklore popular. Un beso.
Blas, la vida es mucho más sencilla de lo que pensamos a veces ¿de qué sirve complicarla? Lo importante es vivirla intensamente. Un abrazo.
Rachel, ¿cómo no comprender tus escritos si están llenos de pasión y vida? Aunque pudiera tener alguna dificultad lingüística, es superable por el sentimiento que vuelcas en cada uno de tus textos. Gracias a tí, Besos.
Maslama, los buenos recuerdos hay que guardarlos bajo siete llaves por lo menos; siempre habrá alguno malo que los quiera eclipsar. Como ya te comenté, el contacto con esa persona se perdió hace muchos años. Besos.
Cecy, gracias. Llevar siempre buenos recuerdos e historias es gratificante, quizá tanto como seguir manteniendo los Ojos Negros. Un abrazo.
¿De verdad el paso del tiempo se puede considerar una tragedia Humberto? Yo, más bien, lo veo como un pozo de sabiduría en el que te vas dando cuenta de que cuánto más sabes, más tienes que aprender. Quizá sí el tiempo y los problemas de salud pudieran alcanzar ese grado, pero también aprendemos que todo tiene un precio, a veces demasiado alto; otras veces no queremos ver la realidad y pensamos que ha sido más caro de lo que debía. Otro abrazo enorme para ti.
Bienvenida Marisa. Tenerte aquí y tu blog tan cerquita es como si ese tiempo pasado estuviese en realidad ahí, al tocar la pantalla del pc; como si aún no se hubiera ido.
Bienvenida al "club" Casía. ¿Sabes?, con el tiempo me he dado cuenta de que quienes hemos estado o seguimos en él somos gente diferente, cosa que la mayoría no quiere aceptar; quisieran que todos fueramos clones y tener poder sobre nosotros. Pero no es así, eso les "roe" por dentro y más sabiendo que por más que se esfuercen nunca podrán llegar a ser "diferentes", especiales... No todo el mundo puede serlo, aunque tampoco sea nada fácil serlo...
Dicen, without, que también los hay violetas. Interesante ¿no te parece? Saludos.
En donde hubo amor, Ricardo, siempre queda algo; a veces dulce, a veces amargo. Gracias por tu visita. Un abrazo.
Abrazos para todos. Biquiños...