Perfecto y Amado eran hermanos gemelos idénticos. Apenas sus padres y algún familiar muy cercano eran capaces de saber quién era uno y quién el otro; un pequeño lunar entre el hombro y la base del cuello del pequeño Amado era la minúscula señal de la que los que estaban a su alrededor se servían para reconocerlos. Crecieron queriendo hacer honor a lo que, en principio, aparte de esa diminuta marca, era lo único que los diferenciaba: sus nombres.
Perfecto, como así quería ser, decidió en los momentos de crisis emigrar y en sus viajes terminó en Buenos Aires. De allí regresó un tiempo después cargado de dinero que invirtió en crear un banco en el pueblo; la entidad abrió sus puertas en el año 1928, según consta en documentos consultados, y marcó un punto de inflexión en la economía de toda la comarca (hasta la actualidad llegan los resultados y consecuencias de aquel suceso). Amado veía cómo la gente acudía a Perfecto en busca de ayuda; Perfecto, en su ego, se sentía amado, pero no del modo en que querían a su hermano, un buen hombre que había mantenido a la familia durante la ausencia de su hermano y a quien sonreían los vecinos agradeciendo sus buenos consejos y su gran corazón.
El banco de Don Perfecto (así empezaron a llamarle) prestaba dinero a cambio de altos intereses; la gente no le sonreía, pero en casos de necesidad y cuando el hambre apretaba, acudían en busca de ayuda como quien se agarra a un clavo ardiendo. El negocio marchaba mejor de lo previsto y su dueño se convirtió en el dueño de prácticamente la mitad de las tierras del pueblo, de las casas, los pequeños negocios... y en el cacique que allí gobernaba a sus anchas. Pero había un par de cosas que ensuciaban, para sus adentros, su “perfectura”: el tener que compartir sus bienes y ganancias con su hermano... y algo que había quedado allende los mares y no le permitía dormir. Las pesadillas le iban minando y sabía que tenía que hacer algo para librarse de ellas, así que convenció a su hermano Amado de que en Buenos Aires podría ganar fácilmente una fortuna, y que, añadida a la suya, les haría ser “más queridos” por el pueblo.
Amado no sabía cómo pagar la “gratitud” de su hermano al haber compartido su fortuna con él y la familia, así que siguió el consejo de Perfecto y viajó en busca de aquello que, pensaba, le ayudaría a recompensar tanta bondad y le haría un poco más perfecto a los ojos de los demás. Preparó su maleta, se puso su traje nuevo y su corbata, subió al barco y allá se fué. En cuanto desembarcó en Buenos Aires, un grupo de sicarios, previamente informados, le acorraló y allí mismo lo mataron sin mediar palabra. Le habían confundido con su gemelo Perfecto, quien, años atrás, tras robar en varias empresas y en el banco bonaerense en que había estado trabajado, desapareció la noche anterior al descubrimiento del desfalco.
Por la misma vía que a Perfecto le había llegado el “soplo” de que le buscarían allá en dónde se encontrase, llegó a sus ancianos padres la noticia de la tragedia, en la que se contaba que “su hijo Perfecto ha sido encontrado muerto en el puerto de Buenos Aires...” Todo el pueblo supo de aquella segunda información, pero nadie, en muchos años, se atrevió a decir que no era Amado quien dirigía el banco, a pesar de que, ni siquiera en verano y con ropas más relajadas, ni sus más allegados volvieron a ver aquel pequeño lunar.
Dicen que Don Perfecto no volvió a tener pesadillas; eso le hizo sentirse aún más perfecto. Sentirse amado no le incumbía ya; no era ese su nombre.
Perfecto, como así quería ser, decidió en los momentos de crisis emigrar y en sus viajes terminó en Buenos Aires. De allí regresó un tiempo después cargado de dinero que invirtió en crear un banco en el pueblo; la entidad abrió sus puertas en el año 1928, según consta en documentos consultados, y marcó un punto de inflexión en la economía de toda la comarca (hasta la actualidad llegan los resultados y consecuencias de aquel suceso). Amado veía cómo la gente acudía a Perfecto en busca de ayuda; Perfecto, en su ego, se sentía amado, pero no del modo en que querían a su hermano, un buen hombre que había mantenido a la familia durante la ausencia de su hermano y a quien sonreían los vecinos agradeciendo sus buenos consejos y su gran corazón.
El banco de Don Perfecto (así empezaron a llamarle) prestaba dinero a cambio de altos intereses; la gente no le sonreía, pero en casos de necesidad y cuando el hambre apretaba, acudían en busca de ayuda como quien se agarra a un clavo ardiendo. El negocio marchaba mejor de lo previsto y su dueño se convirtió en el dueño de prácticamente la mitad de las tierras del pueblo, de las casas, los pequeños negocios... y en el cacique que allí gobernaba a sus anchas. Pero había un par de cosas que ensuciaban, para sus adentros, su “perfectura”: el tener que compartir sus bienes y ganancias con su hermano... y algo que había quedado allende los mares y no le permitía dormir. Las pesadillas le iban minando y sabía que tenía que hacer algo para librarse de ellas, así que convenció a su hermano Amado de que en Buenos Aires podría ganar fácilmente una fortuna, y que, añadida a la suya, les haría ser “más queridos” por el pueblo.
Amado no sabía cómo pagar la “gratitud” de su hermano al haber compartido su fortuna con él y la familia, así que siguió el consejo de Perfecto y viajó en busca de aquello que, pensaba, le ayudaría a recompensar tanta bondad y le haría un poco más perfecto a los ojos de los demás. Preparó su maleta, se puso su traje nuevo y su corbata, subió al barco y allá se fué. En cuanto desembarcó en Buenos Aires, un grupo de sicarios, previamente informados, le acorraló y allí mismo lo mataron sin mediar palabra. Le habían confundido con su gemelo Perfecto, quien, años atrás, tras robar en varias empresas y en el banco bonaerense en que había estado trabajado, desapareció la noche anterior al descubrimiento del desfalco.
Por la misma vía que a Perfecto le había llegado el “soplo” de que le buscarían allá en dónde se encontrase, llegó a sus ancianos padres la noticia de la tragedia, en la que se contaba que “su hijo Perfecto ha sido encontrado muerto en el puerto de Buenos Aires...” Todo el pueblo supo de aquella segunda información, pero nadie, en muchos años, se atrevió a decir que no era Amado quien dirigía el banco, a pesar de que, ni siquiera en verano y con ropas más relajadas, ni sus más allegados volvieron a ver aquel pequeño lunar.
Dicen que Don Perfecto no volvió a tener pesadillas; eso le hizo sentirse aún más perfecto. Sentirse amado no le incumbía ya; no era ese su nombre.
Queridos amigos, estimados lectores:
ResponderEliminar"Revolución" pudo haber sido una necesidad del momento. Probablemente no sea la única ni la última revolución. Muchas gracias a quienes han pasado por Meiga Noite de Lúa, quienes han leído, quienes han comentado, quienes han dejado sus palabras de ánimo; ninguna de esas palabras ha caído en saco roto.
Hoy presento en el blog "Ser Perfecto", reflejo de una historia real, con pequeños matices y, por supuesto, algún pequeño dato cambiado. No se trata de convertir el blog en un diario de sucesos, aunque en ciertas ocasiones lo pudiera parecer...; quizá la vida misma sea un gigantesco diario en el que leer historias.
Vamos despacio, que hay prisa por seguir viviendo.
Biquiños.
Carmen.
Una linda (cruel, pero linda) historia de espejos. Hay que pensárselas todas cuando alguien es demasiado parecido a uno, sea hermano o no.
ResponderEliminarYa me pasó de que me confundieran con otro, pero enseguida la persona en cuestión se dio cuenta de su error, así que no sé si hubiera recibido una caricia o un golpe.
Un beso enorme.
HD
En mi ciudad hay dos gemelos idénticos a los que solo distingo por el color diferente de sus coches -menos mal porque los coches también son de la misma marca y modelo-. A veces pienso si sus mujeres los distinguen ¿o no?, a lo mejor en su interior existe alguna diferencia ostensible, algún lunar, o yo que sé...
ResponderEliminarDesde luego que no has podido elegirles mejor los nombres.
Un abrazo Carmen. Espero que ya estés recuperada
Buena historia, y buen final, amargo pero el más realista de los posibles... las personas confiadas y de buen corazón son las más susceptibles de caer en los entresijos de los otros. Bien jugado con los nombres de los personajes.
ResponderEliminarun abrazo
Buen relato Carmen y que forma tan genial de llevarnos a una historia que no esperabamos el final, esta banca serà unas de las Cajas rurales que tienen contratos blindados sus consejeros para se llevarse miles de euros una vez que terminen su mandato...en resumidas cuentas un especulador.
ResponderEliminarEspero que te encuentres mejor.
un fuerte abrazo
fus
Carmen, Perfecto no se merece ser Amado nunca. Cuando prevalece lo material sobre los sentimientos ocurren estás cosas. Es como Abel y Caín.
ResponderEliminarMe ha gustado la originalidad de este cuento.
Un abrazo.
Esta historia real la oí contar yo un montón de veces a la gente de mi pueblo. El ser humano es la especie que menos valores morales tiene,porque descendemos del hombre ruín que antepone sus intereses a la bondad,del hermano que roba la comida del otro para sobrevivir:el bondadoso muere,los genes que se perpetúan son los del que avasalla y arrambla con todo para tener poder...los débiles,los bondadosos son los que desaparecen.
ResponderEliminara veces es extraño confirmar que hermanos de sangre sean tan diferentes entre sí -sobre todo en sentimientos- a pesar de haber sido criados por los mismos padres. un beso.
ResponderEliminarJuan: estoy segura de que tú sabes los verdaderos nombres de los hijos de Manuela de Castro... No quiero dar más datos, uno de los nombres es real, lo sabes, y el fondo de la historia también. Secreto a voces que nadie cuenta, como si el gemelo nunca hubiera existido...
ResponderEliminarBonita historia, pero un final muy triste. Esperemos que en el Más Allá, haya más justicia que en éste perro mundo.
ResponderEliminarProfunda historia en la que una vez más se comprueba el adormecer de la conciencia de algunos hombres que instrumentalizan a otros como simples medios ,y no como fines en sí mismos.Cuando me han instrumentalizado me he sentido desposeído , enajenado...turbia emoción.SAludos poéticos Carmen.Un placer visitar tu cálido rincón.
ResponderEliminarSucesos, realidad, ficción...¿quién sabe en la vida dónde empieza uno y acaba otro?¿Y en la literatura?
ResponderEliminarNadie sabe, de todas formas la tuya es de agradecer. Bonita historia.
Un saludo desde Ínsulas.
Estos relatos tuyos me ponen a pensar, me es difícil creer que siendo hermanos puedan ser tan diferentes.
ResponderEliminarUn beso.
Me gusta la historia pero me gusta aún más que ya estés en casa. Cuídate mucho.
ResponderEliminarSalu2
Interesante relato Carmen , aunque denoto que en el trasfondo hay una realidad vivida..
ResponderEliminarMe gusta como describes sensaciones y sentimientos y los transmites, eso solo puede pasar cuando realmente una persona los ha sentido.
Espero que estés bien.. ok??
Un besazo mi querida Carmen!
Pd.- Perdona Carmen por no pasar tan amenudo como me gustaria, a veces los posts los tengo escritos y programados cuando llevo una temporada de mucho estres y trabajo.
Hola desde murcia...buen relatop..espero leerte poco a poco, te acabo de conocer...seguimos...beso...
ResponderEliminarMe encanta la historia por la sencilla razón además de estar bien contada, de ser la "típica" ejem, historia gallega de caín y abel. Que podría extrapolarse a niveles políticos incluso. Ganarse la inmortalidad vendiendo la bondad. Pues la injusticia, es el faro de muchos.
ResponderEliminarAunque por una indiscreción, algún día, alguien se acerque de verdad y observe que falta algo, un lunar.
Unha aperta moi forte veciña.