Salimos corriendo por la puerta que daba a la calle Fragata Sarmiento; salir por Gaona era dar más vuelta. Normalmente no nos dejaban alejarnos mucho de las puertas, pero aquel día era especial y teníamos el permiso de mamá. Y allá lo vimos, casi al final de la cuadra, del otro lado de la calle: lo que había sido un baldío se había convertido en un jardín de juegos infantiles.
Estaban todos los chicos del barrio y muchos que no conocíamos. No sabíamos por dónde empezar; creo que esperar la fila para subirse a las hamacas nos hizo separarnos y una fué por un lado mientras la otra esperaba allí. Por supuesto que yo no esperaba, seguí investigando porque algunos de los juegos me eran desconocidos. Y ver aquellas barras y cómo los chicos daban vueltas y vueltas me hizo perder los miedos y hasta las vergüenzas (mi madre nos vestía casi siempre con mini-faldas: la vuelta se las traía para que no me viesen lo que llevaba debajo; pero al final me olvidé de todo y giraba tan rápido que ni tiempo tendría nadie de mirar de qué color podrían ser mis braguitas). Me cansé pronto; es muy probable que ya por aquel entonces tuviera algún inicio de mis actuales lesiones cardíacas y el esfuerzo hacía que me resintiera. Si era eso, no lo sabía e intentaba seguir hasta que no podía más, así que, llegado el momento, decidí cambiar de juego. ¿Mi hermana?, ni idea, creo que por fin había conseguido subir a la hamaca; eso no me llamaba la atención: en el colegio siempre podía subir a ellas en el recreo e incluso era capaz de girar completamente en un ángulo de 360º, lo que enfadaba muchísimo a las monjas; pero las chicas hacíamos turnos para vigilar y que no nos viesen dar la vuelta...
Estaba agotada, así que seguí curioseando y terminé en aquellas mesas de piedra, cuadradas, con dos bancos cada una, de piedra también, uno enfrente del otro. Me llamaban mucho la atención aquellos cuadros blancos y negros y que los chicos estuviesen tan tranquilos e interesados en algo que, de por sí, parecía de lo más aburrido. ¿Quieres jugar, Carmencita?, uno de los hermanos de mi amiga Lita estaba allí. “Yo no sé jugar a eso”, “no importa, yo te enseño”. Y así fue como empezó todo. Aquellas figuras con forma de caballos, de reinas y reyes, las otras como torres o esas más pequeñas con una bola encima (de esas había más que de las demás) guardaban secretos que en pocos minutos me fueron desvelados. Por supuesto que perdí la primera partida. Pero no la segunda, ni la tercera... ni las demás que jugué con él y con otros de sus amigos, hasta que se hizo tan tarde que mamá llegó a buscarnos. Creo que algunos de los chicos estaban un poco enfadados conmigo; los siguientes días no quisieron que jugase con ellos y me fuí a las barras a dar vueltas, pero esta vez le había pedido a mi madre que me dejara llevar puesto un mini-short.
Aquel primer día había aprendido a jugar al ajedrez. Ahora poco más sé que que hay un tablero con piezas que se mueven de formas diferentes. No importa: a pesar de mis problemas de salud, siempre tuve las mejores notas de la clase en los ejercicios de gimnasia rítmica.., en matemáticas, en casi todo y, sobre todo, en música.
Vaya, ahora que recuerdo... tampoco nadie quiere jugar conmigo al tetris...
Estaban todos los chicos del barrio y muchos que no conocíamos. No sabíamos por dónde empezar; creo que esperar la fila para subirse a las hamacas nos hizo separarnos y una fué por un lado mientras la otra esperaba allí. Por supuesto que yo no esperaba, seguí investigando porque algunos de los juegos me eran desconocidos. Y ver aquellas barras y cómo los chicos daban vueltas y vueltas me hizo perder los miedos y hasta las vergüenzas (mi madre nos vestía casi siempre con mini-faldas: la vuelta se las traía para que no me viesen lo que llevaba debajo; pero al final me olvidé de todo y giraba tan rápido que ni tiempo tendría nadie de mirar de qué color podrían ser mis braguitas). Me cansé pronto; es muy probable que ya por aquel entonces tuviera algún inicio de mis actuales lesiones cardíacas y el esfuerzo hacía que me resintiera. Si era eso, no lo sabía e intentaba seguir hasta que no podía más, así que, llegado el momento, decidí cambiar de juego. ¿Mi hermana?, ni idea, creo que por fin había conseguido subir a la hamaca; eso no me llamaba la atención: en el colegio siempre podía subir a ellas en el recreo e incluso era capaz de girar completamente en un ángulo de 360º, lo que enfadaba muchísimo a las monjas; pero las chicas hacíamos turnos para vigilar y que no nos viesen dar la vuelta...
Estaba agotada, así que seguí curioseando y terminé en aquellas mesas de piedra, cuadradas, con dos bancos cada una, de piedra también, uno enfrente del otro. Me llamaban mucho la atención aquellos cuadros blancos y negros y que los chicos estuviesen tan tranquilos e interesados en algo que, de por sí, parecía de lo más aburrido. ¿Quieres jugar, Carmencita?, uno de los hermanos de mi amiga Lita estaba allí. “Yo no sé jugar a eso”, “no importa, yo te enseño”. Y así fue como empezó todo. Aquellas figuras con forma de caballos, de reinas y reyes, las otras como torres o esas más pequeñas con una bola encima (de esas había más que de las demás) guardaban secretos que en pocos minutos me fueron desvelados. Por supuesto que perdí la primera partida. Pero no la segunda, ni la tercera... ni las demás que jugué con él y con otros de sus amigos, hasta que se hizo tan tarde que mamá llegó a buscarnos. Creo que algunos de los chicos estaban un poco enfadados conmigo; los siguientes días no quisieron que jugase con ellos y me fuí a las barras a dar vueltas, pero esta vez le había pedido a mi madre que me dejara llevar puesto un mini-short.
Aquel primer día había aprendido a jugar al ajedrez. Ahora poco más sé que que hay un tablero con piezas que se mueven de formas diferentes. No importa: a pesar de mis problemas de salud, siempre tuve las mejores notas de la clase en los ejercicios de gimnasia rítmica.., en matemáticas, en casi todo y, sobre todo, en música.
Vaya, ahora que recuerdo... tampoco nadie quiere jugar conmigo al tetris...
Agradeciendo las visitas, los nuevos seguidores y, por supuesto, esos comentarios que llegan adentro de una, hoy presento una nueva pequeña historia.
ResponderEliminar"Mens sana in corpore sano", el problema es cuando la salud física no acompaña; de ahí el título de este nuevo post "Mens in corpore".
Seguiré visitando vuestros blogs, algunos magníficos, pero todos originales y de los cuales siempre aprendo algo. Ya sabeis que a veces entro "vestida" de negro (C.D.) o con mis zapatos de tacón (Carina DIAVOLA); pero, en el fondo, siempre sigo siendo la misma.
Quiero dedicar este escrito a mi querido amigo Arturo, que se reirá al recordar mis inicios en el ajedrez.
Un fuerte abrazo a todos/as, con cariño.
Biquiños.
Carmen.
Ay nunca he entendido el ajedrez, eso de pensar en estrategias nomás no se me da jeje.
ResponderEliminarBesos, un placer.
Que ternura.
ResponderEliminarA mi me enseño mi padre, y todas las tardes que el estaba que no eran las tardes mias, jugabamos.
Buen recuerdo.
Un abrazo!
Haciendo cuentas quise saber si yo pude conocer a esa chiquilla que aprendió a jugar ajedrez por esos lares, pero no, para esa época no había nacido... jeje.
ResponderEliminarBueno, sí había nacido, pero estaba a unos 3000 kilómetros de allí. Hoy jugamos a otros juegos, tal vez más virtuales. Por cierto, al tetris no sé si me ganas.
Besos.
Humberto.
Carmen, gracias por la dedicatoria. Al menos tú jugaste al ajedrez de inmediato apenas conocerlo, que yo por el contrario lo hice mucho tiempo después. Recuerdo que el primer movimiento que vi fue 1...,Caballo tres alfil dama y me pareció en ese entonces el juego más difícil del mundo y que nunca aprendería a jugarlo. Al final terminé dándoles muchos dolores de cabeza a algunos buenos jugadores en torneos regionales.
ResponderEliminarQuiero añadir que me ha gustado mucho tu relato porque me has hecho recordar la muy buena infancia que he tenido con juegos con l@s amig@s casi todos los días. Besos.
Hola Carmen!
ResponderEliminarOh el ajedrez, juego de intelectuales!! jaja
Me pone nervioso, será porque me cuesta tanto...
Gracias por pasarte siempre!!
Me voy a poner al día con tus escritos ya que estuve de vacaciones..
Un saludo grande!
Diosss!!! eres un CRACK!!...sabes?? me caes de puta madre, y me da que eres buena en todo lo que haces.
ResponderEliminarjuegos de infancia, donde en todo habia aventura...tengo que reconocer que no he perdido mi forma de sorprenderme y vivir todo como una aventura, hay que seguir siendo un niño siempre..
estoy encantada de haberte conocido, aunque te advierto ahora no tengo constancia para visitar y puclicar porque lo veranos son caóticos para mi, éste más que otros, yo tambien tengo dos soles, que en vacaciones van ahora con mama, ahora con papa...trabajo y vacaciones a un ritmo intermitente..se me ha roto el coche, acabo de comprarme otro que tengo que recoger la semana que viene....pedazo bicho....en fin un lio.
porfa tienes que explicarme eso de tu triple personalidad...con respecto a la salud, ánimo!
y un beso gigante si me lo permites
Pasaba a saludarte y desearte un feliz día de la amistad.
ResponderEliminarque tengas una buena semana.
un abrazo.
hola Carmen;
ResponderEliminartan solo una breve nota para decirte que me encanta leer estos fogonazos de tu infancia, entrañables
besos,
¡Chica lista! No jugaría ajedrez contigo, pero sí a armar historias y poemas con palabras al azar. Por cierto anduve (hace tiempo) por la Juan B. Justo y fragata Sarmiento y no encontré famosillo parque, hay uno sí, como yendo a Caballito, a pocas cuadras de allí, en fin.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me hiciste recordar cómo y cuándo fue que aprendí a jugar ajedrez. Hace muchos años, casi los mismos que no toco ni un peón.
ResponderEliminarPor ahí leí esto: "Vivo, es eso lo que importa,vivir y poder contar lo ya vivido."
Realmente te admiro.
Hola BienQuerida Flor. ¿Me creerás si te digo que te entiendo perfectamente?
ResponderEliminarSí, Cecy, los buenos recuerdos siempre gusta volverlos al presente, aunque se haga imprescindible recordar que solamente son eso: recuerdos.
Humberto ¿te me vas a descubrir coqueto a estas alturas?. Por supuesto que habías nacido, y da gracias a los kilómetros que te libraron de no estar en una de aquellas mesas. Lo del tetris... habrá que verlo.
Arturo: a tí te pareció difícil y a mi aburrido; no sé qué fué lo mejor. Al final tú seguiste jugando, y yo no.
Hola Escritor. Hay a quienes los nervios les hacen pasarse el rato "peinando" las barbas... Espero que hayas tenido unas buenas vacaciones.
Hola Lou. ¿Un CRACK?, eso me suena a las galletas que parecen pan, como mis adoradas "Criollitas" argentinas que aquí en España no las puedo encontrar por ninguna parte, y de las que apenas puedo disfrutar una vez cada tres o cuatro años cuando cierto familiar viene de visita y nos trae algunas. No te preocupes tanto por si podrás o no escribir, visitar, comentar; yo también sé de épocas en las que cuando viene una, vienen todas juntas. Preocúpate de estar bien tú; eso es lo primero, sin ello no podrías hacer nada por quienes quieres. ¡Ah! la explicación que me pides está en los comentarios del post que he subido hoy: "Tiempos verbales".
Muchas gracias Ricardo. No sé porqué pero no doy localizado tu blog. Seguiré buscando. Buena semana también para tí.
Gracias Maslama. Seguimos en contacto, con ese post pendiente y todo lo demás. Tengo curiosidad por lo del folklore que me has empezado a contar...
¡Hola Julio! Creo que todos los Díaz de mi familia están en España o que, al menos, no queda ninguno en Argentina. Escamilla sí que no recuerdo ninguno entre los nuestros. No: no creo que seamos familiares, aunque nunca se sabe... El parque del texto se inauguró a finales del '72 o inicios del '73 (me inclino más por esta opción), y sí, era en Fragata Sarmiento, en Caballito; no podría decirte a qué altura, pero solamente teníamos que cruzar esa calle. Lo que no puedo asegurar es que siga existiendo, como tampoco los edificios que recuerdo: en agosto del '73 ya estábamos aquí y no he vuelto por allá. Escribiré más cosas sobre aquella zona en aquellos años. ¡Ah! no temas jugar al ajedrez conmigo: ya no recuerdo siquiera el nombre de todas las piezas... El otro juego que mencionas: tiempo al tiempo, aunque algo me dice que yo perdería.
Carlos Uvé: esa es la única y verdadera razón importante, vivir y poder contar lo vivido. Cuando sabes que has estado del otro lado, y te has visto en más ocasiones con un pie aquí y otro allá, el momento, y cada uno de ellos, es lo único que tiene validez; saber aprovecharlos y buscar lo bueno que hay en cada uno.
Muchas gracias a todos por vuestras palabras, por estar ahí, por visitar mi espacio y perder un ratito para leer... Un abrazo muy fuerte para cada uno de vosotros, con todo mi cariño.
Biquiños.
Carmen.