Como una espada de Damocles pesaba sobre mi la posibilidad de perder el hijo que esperaba, o la vida misma en el embarazo, si continuaba adelante. Eran los augurios que el ginecólogo acababa de formular. Sus palabras, escuchadas por alguien que no entendiese muy bien de qué iba el asunto, podían verse como una solución al panorama tan grave que se empeñaba en describir. Pero yo sabía muy bien lo que aquello significaba, y me negué en redondo a lo que me estaba proponiendo. A pesar de sus palabras y de lo que pudiese ocurrir, yo iba a seguir adelante. Sin embargo, no podía continuar con las visitas, sabía que él volvería a repetirme que lo hiciera, así que decidí cambiar de especialista.
Al nuevo doctor ya lo conocía. Me había atendido en el primer embarazo. Sus palabras me tranquilizaron y escuchar el sonido del corazón del pequeño ser que crecía en mis entrañas, verle en la ecografía, saber que todo iba bien... no tenía precio.
Al volver a casa, comencé los preparativos. Busqué y vestí el pequeño moisés, lavé la diminuta ropita y, por fin, pude volver a sonreir. Aún faltaban unos seis meses para poder ver la carita del bebé, pero ya soñaba con tenerle entre mis brazos, con acunarle, con cantarle nanas... La esperanza envolvió todo y hasta disipó sombras amenazadoras que, en aquellos momentos, preferí ignorar: necesitaba mucha tranquilidad después de cómo habían sucedido las cosas. Como un símbolo de lo que sentía en mí, compré un tierno y blanco oso de peluche y lo coloqué sobre las blancas sábanas del moisés. Ya faltaba menos...
Una mañana, sin previo aviso, la bolsa amniótica se rompió. El pequeño parto dio lugar al hundimiento del mundo sobre mí. Mi niña ya no estaba, ni lo estaría nunca más. Y lloré.
No es fácil explicar lo que se siente ante algo que nunca se olvida. Las visitas llegaban y se iban; podrían volver... Ella no; ella nunca volvería.
Más de diez años después llegó el divorcio. Ése sí se supo anunciar. No era algo del momento; eran demasiados años de haber tenido los ojos cerrados y de aguantar, pero ¿sabía de verdad todo lo que había aguantado? En realidad yo creía que sí. Al oir la última frase antes de que él se fuera de casa, me di cuenta de que estaba equivocada:
- No te lo quise decir antes... No se por qué, pero... cuando perdiste el bebé, yo me alegré.
Queridos amigos:
ResponderEliminarAnte todo, muchas gracias por las muestras de afecto ante la situación que todavía espera resolución en esta ciudad.
En segundo lugar, gracias, muchas gracias también por los comentarios en "La ola del silencio", y por las visitas al blog. En breve responderé uno a uno todos vuestros comentarios en el post.
Hoy subo al blog "Los ojos cerrados" y os invito a leerlo.
Biquiños.
Carmen
Carmen, ostras que duro. Esa última frase me ha llegado al alma, por repulsiva y nauseabunda. Nunca se puede desear el mal a nadie y menos de esta forma. Hay palabras que nunca se deben expulsar de la boca, duelen más que cualquier cuchillo clavado en el corazón.
ResponderEliminarPerder a un hijo es para una madre y un padre la peor experiencia posible.
Bessets.
Hola Nicolás! La verdad es que sí, que hay gente que habla sin pensar en el efecto que pueden producir las palabras que dicen. También hay quien lo sabe muy bien, y lo hace a propósito. Si quieres que te diga mi verdad: me gustaría no haberlas oído.
Eliminar¡Biquiños!
Un relato durísimo. Son las peores experiencias que podemos sufrir.
ResponderEliminarY si tenemos los ojos cerrados, alargamos las situaciones, a veces hasta el límite.
Los has descrito con una destreza admirable.
Un abrazo, Carmen.
Hola Juglar. Hay veces en que ni nos damos cuenta de que tenemos los ojos cerrados. Hay veces en las que a pesar de que nos lo estén diciendo, seguimos sin enterarnos. Y también hay veces en que los cerramos pensando que es lo mejor que podemos hacer. Dicen que no hay mayor ciego que el que no quiere ver, y es cierto.
Eliminar¡Biquiños!
Durisimo perder un hijo y durisimo darse cuenta de que se ha vivido en una mentira.
ResponderEliminarEn este caso en particular estar dispuesta a dar la vida por un futuro hijo y descubrir años despues que la persona con la que compartes cama no comparte sentimientos, hace que las campanas redoblen mucho mucho tiempo en un eco absudo de puro dolor.
Alondra, descubrimientos como ese parten el alma y las heridas que dejan nunca llegan a cicatrizar. Es muy duro, es cierto.
EliminarBiquiños!
Vaya por dios...que desastre....la perdida siempre es tremendamente triste...es como que nos quitan algo de nosotros...la vida sigue carmen...siempre adelante...siempre carmen....un beso a tu corazon.
ResponderEliminarMuchas gracias, Bird. Tú siempre ahí, dando ánimos... Eres un encanto. ¡Biquiños!
EliminarPensé dejarte mi agradecimiento y mi mano amiga en el mensajero, pero no, algo me trajo hasta aquí a leerte y ahora al leerte solo puedo sentir dentro de mi el hundimiento que dejan las palabras, lo hechos, la vida, miro tu melena larga plateada y la expresión de tu mirada y se parece tanto a la mía, con la diferencia que el tinte hacr milagros.
ResponderEliminarSé el dolor que sietes, tuve a mi hija grave, perdió a su bebé a los diez días de nacido, y allí esta yo, llorando por dentro para que no viera mis lágrimas.
El día 25 me nació un nietito de esa misma hija, no sin los problemas de su tensión arteril, tan joven, tan sufrida y lloré, lloré mucho cuando sentí el primer grito y su rostro:
- Mami, está bien vedad??, lloró mami, lloró...
Si hija, Dios te dió el regalo de la vida y as☺ se llama, NATHAN (regalo de Dios)
Te dejo mi corazón junto a ti Carmen y la bofetada en pleno rostro para el que nuca supo lo que sufre una madre, cuando pierde sus entrañas, para el que no ha sabido nunca que lo parió una mujer.
Muchas gracias por tus palabras, Mayra. Me alegra muchísimo la noticia de ese pequeño que ha llegado a vuestras vidas, ese gigantesco regalo...
EliminarEl dolor de una madre cuando pierde a un hijo solamente ella lo puede saber. Quizá quien no ha valorado que fue una mujer quien lo parió sea algo también difícil de comprender; pero que un padre se alegre de perder un hijo...
La vida sigue, Mayra. Y es lo que importa.
¡Biquiños!
es muy difícil tener la cabeza suficientemente fría como para plantear un divorcio a su debido tiempo y ahorrarse sufrimientos inútiles, porque la esperanza de que las cosas van a cambiar para mejor es muy fuerte. besos.
ResponderEliminarUna separación, un divorcio, se supone que surgen para mejorar algo que iba mal, para que lo que venga después sea siempre mejor; si no fuera así ¿qué sentido tendría?
Eliminar¡Biquiños, querido amigo!
Mira mi niña,él que se vaya con dios y ella tranquila.Lo peor es esa perdida que a las mujeres nos marca como las reses con fuego. Es algo imposible de borrar y de superar.Preciosooooo, me tocaste donde me dan...Mil bikosss
ResponderEliminarSí Midala, es una de esas cosas que se marca a fuego en el alma. Hay otras que también lo hacen..., algún día tocaré ese tema...
Eliminar¡Biquiños!
este relato logrado en su dolor, rabia o lo que sea, y la frase final!!!
ResponderEliminarNo agragare mas nada
Un abrazo
Y no hace falta nada más, Lapislázuli.
Eliminar¡Biquiños!
Una narración de profunda hondura emocional, Carmen.
ResponderEliminarEstoy con Nicolás en que hay cosas que nunca deben decirse, aunque se piensen, aunque se sientan. Menos aún en una despedida.
Más allá de en el dolor de la pérdida que sufre la protagonista, tunrelato me hace pensar en la crueldad que desata el desamor.
Un abrazo.
Sí, Pedro. Nunca se sabe hasta dónde puede llevar algo así, y de verdad que está más que demostrado que los límites son cuanto menos impensables. Es difícil pensar que entre personas que se han amado pueda darse una vuelta tan drástica y llegar a extremos completamente opuestos. Dicen que el amor y el odio son las dos caras de una misma moneda, y eso puede hacernos llegar a pensar entonces que si de verdad tiene sentido amar. El tema es muy complejo, Pedro.
Eliminar¡Biquiños!
Que tal Carmen, no estoy segura si esto fue un realto basado en tu vida, si es así, fue una etapa muy fuerte y cruda que viviste, mis papás perdieron 3 bebés y es cosa de que a sus 67 años aun les lloran, solo una madre sabe sentir ese dolor, y pues en cuanto al divorcio, es mejor terminar esas relaciones que mas que hacernos bien nos dañan, sobre todo cuando se alegraron de haber perdido un fruto de su mismo ser.
ResponderEliminarsaludos
Lo has dicho todo, Alezhi. Y yo solamente añadiré que una ves oídas esas palabras..., nada puede después borrarlas.
Eliminar¡Biquiños!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn relato muy duro, cielo. Has sufrido mucho. Lo peor es la niña que se perdió, la frase ,en fin, que se puede esperar...
ResponderEliminarYo también tengo mi frase. Mi niña no se malogró, aunque él hizo más de lo imaginable para conseguirlo. Alguna fuerza, en algún lugar se lo impidió.
-No la quiero,- Me decía -pero la voy a querer- Cuando su hija, recién nacida, inocente de todo, llevaba la culpa de estropear los planes de su progenitor. Planes de divorcio que yo no conocía y que, según él, había intentado evitar teniendo otro hijo.
-No la quiero, pero la voy a querer.
Nunca olvidaré esa frase, incomprensible para mi.
Hola cielo! Quién nos lo iba a decir ¿verdad?, cuando jugábamos a las muñecas, cuando nos peleábamos como todas las hermanas, cuando nos íbamos preparando para la vida... que la vida nos llevaría por dónde nos ha llevado.
EliminarLa frase que te dijo... ni intentes comprenderla, no merece la pena siquiera perder una décima de segundo en ello. Al final, mi niña perdida, mi angelito, y tu ángel, tu pequeña que nació casi conmigo... son nuestras. El tiempo terminará poniendo todo en su lugar. Por cierto, y sobre lo que acabo de escribir, no sé si has pasado por "Recién nacida" (el link es http://meiganoitedelua.blogspot.com/2011/12/recien-nacida.html ; tienes que copiarlo en el navegador porque aquí no me deja ponerlo directo). Allí está ella... También hay una historia mezclada que tiene partes que reconocerás y que creo que te gustará. Es "Tarde, como siempre" ( http://meiganoitedelua.blogspot.com/2011/11/tarde-como-siempre.html ) .
Ya hablaremos... ¡Muaks! (también para los tuyos)
Mierda, Carmen, este sí que fue una patada a la mandíbula...
ResponderEliminar¿Qué se hace después de una frase como la del final?
En fin, me voy apaleado.
Un beso enorme.
HD
¿Que qué se hace, Humberto? Quedarse de piedra y darse cuenta una de lo ciega que ha estado durante tantos años. Y cuando se puede ya reaccionar, aguantarse las ganas de darle una patada en los mismísimos, que menos que eso no se merece. Aquel día hubo otra frase, Humberto; pero ésa fue el no va más.
Eliminar¡Biquiños!
Qué dura frase, me dejó sin palabras.
ResponderEliminarLo entiendo, Linda Flor, lo entiendo.
Eliminar¡Biquiños! y también para La Bella.
Hola Carmen, me alegro mucho haber llegado hasta aquí, sabes? la curiosidad que tengo siempre por conocer a las personas en su interior, me da la satisfación de poder descubrir grandes corazones valientes y fuertes como el tuyo, a pesar de que parezca fácil.
ResponderEliminarEl domingo recorrí un poco tu otro blog y me quedé impresionada por lo que leía y a la vez muy emocionada, porque desnudar al alma y compartirla con toda generosidad es poco común, pero muy loable.
Ése osito de peluche que guardas con tanto cariño, es el resultado de una ilusión sin límites que se frustó, pero mira Carmen... aún puedes seguir dando gracias porque según dices tienes otro hijo y seguro que eres una gran madraza.
Alborada ya te contó su historia y como al final Nathan ha llegado como un dulce regalo y por cierto... es preciosooooooooo, jeje.
Sólo decirte que gracias por compartir unos sentimientos tan profundos que me llegaron muy dentro Carmen.
¡¡¡Aupa guapa!!! sigue tan valiente y con ésa fuerza que Dios te dió.
Un abrazo grandote.
Gracias por tus palabras, Maricarmen. En realidad tengo dos hijos, uno anterior y otro que nació después de aquello, y cuyo nombre tiene el mismo significado que el del nietecito de Alborada.
EliminarRecibe un fuerte abrazo y, cuando veas al pequeño Nathan, dale un besito de mi parte.
¡Biquiños!
Hola Carmen, espero que estés mejor. Ojalá pudiese darle un besito muy grande al nieto de Mayra, pero distamos mucho en kms, ella vive en Miami y yo en Madrid, pero eso no impide que la quiera como a una hermana y sé que algún día le podré dar ése beso a Nathan ... y también a ella.
EliminarAhora te dejo uno grandote para ti y tus niños, ¡cuídate mucho!
¿porquè cuando se deja de amar, se dicen frases, para herir a la persona que antes se amò? La crueldad del ser humano puede ser infinita. Solo debes de sacar una parte positiva en todo esto, conociste a tu pareja al final del camino y descubriste que no tenìa valor para ti.
ResponderEliminarun fuerte abrazo
fus
Paco, lo bueno de todo son mis hijos. Y digo "mis", porque hay quien no se merece ser padre. Ellos están de acuerdo conmigo, aunque sea un tema del que no se hable.
Eliminar¡Biquiños!