26 ago 2012

¿Meigallo?

Hace unos cuantos años..., cuando todavía se podía pensar en encontrar un sitio para dejar el coche en el aparcamiento de la estación de autobuses, ocurrió algo que me hizo cambiar la forma de ver algunas cosas.


Una de mis tías había venido de visita, pero ya era la hora de volver a su casa. Después de pasar por el supermercado, la llevé hasta la estación. Mi hijo todavía era muy pequeño y tenía que ir sentado en su sillita de seguridad; no era problema, nunca se quejó por ello. Mi tía iba sentada delante, a mi lado. Llegamos, buscamos un sitio y, mientras aparcaba el coche, la vi venir: era una mujer de aire sospechoso que no pasaba desapercibida. En cuanto terminé la maniobra, ya la teníamos a nuestro lado. Sujeté mi bolso con firmeza y atención mientras bajaba al niño y cerraba la puerta, sin perder de vista a aquel personaje que no se iba... Mi tía se dirigió a la parte de atrás: tenía que abrir el maletero para que ella pudiera sacar sus bolsas. La mujer se fijó e inmediatamente apareció detrás de mi estirando la mano y pidiendo "una limosna", pero acercándose peligrosamente a nosotros y cada vez más al coche. Como pude, sin soltar al niño de la mano ni dejar desprotegido mi bolso, entregué a mi tía sus cosas y me apresuré a cerrar el maletero y todas las puertas, justo en el momento en que aquella mujer ya estaba en posición (y con visible intención) de agarrar alguna de las otras bolsas que yo guardaba allí adentro.

No le pillé la mano de milagro. Inmediatamente, las repetitivas palabras con que nos había estado bombardeando desde que bajamos del coche, cambiaron por otras de tinte más amenazador al ver que nos íbamos y no le hacíamos caso. Por supuesto que el hecho de que nos dimos cuenta de sus intenciones y se las frustramos también debió influir...

Mientras nos dirigíamos a las puertas de la estación, la mujer nos seguía, cada vez con palabras más fuertes. Nosotros, callados, no decíamos nada.

De repente, oí una frase que me revolvió por dentro:

- ¡Deseo que tengas un viaje de sangre...! - soltó como quien escupe serpientes venenosas.

Y ya no me callé más. Dejé de caminar, me di media vuelta y, mirándola fijamente a los ojos, le dije:

- Yo deseo para tí que tengas justamente el doble de lo que tú deseas para mí.

Volví a darme la vuelta y seguí mi camino con mi hijo de la mano, pero pude darme cuenta de que ella se había parado y se había callado llevándose asustada las manos a la cabeza. Entonces, arrastrándose como una babosa, comenzó a seguirnos suplicando:

- ¡Ay, ay, ay! Por favor ¡quítame esta maldición de encima! ¡Por favor, por favor...!¡ay, ay, ay!

Siguió chillando, con las manos juntas como si rezara, siguiéndonos de rodillas y santiguándose cada dos por tres, hasta que al llegar a las escaleras un guarda de la estación la paró. Nosotros continuamos nuestro camino escaleras abajo escuchando aquella súplica. 

No voy a negar que me sentí muy bien y muy tranquila por dentro.

Cuando el autobús se fue y subí de nuevo al aparcamiento con mi hijo, aquella mujer ya no estaba en la estación. Nunca más volví a verla por allí.

11 comentarios:

  1. Queridos amigos:

    Después de subir el anterior post, me encontré con un vecino que está estudiando el grado superior en el Conservatorio. Mirando para su contrabajo, recordé mi elección y sonreí. Todas las mañanas le oigo ensayar y tocar y escucho atentamente recordando la época en que la técnica, escalas, acordes, melodías... eran parte de mi día a día. Gracias por vuestras visitas y comentarios en “Cuestión de peso”.

    Hoy subo un post con una historia que había prometido contar. Os invito a leer “¿Meigallo?” (no hay traducción exacta del gallego al castellano, pero es algo así como embrujo, conjuro o encantamiento).

    ¡Biquiños!

    Carmen

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  2. Querría destacar dos cosas:
    En primer lugar, me gustó mucho la historia y me hiciste sentir que has vuelto a narrar como en otra época. No sé, tal vez sea una apreciación mía, pero desde hacía bastante no veía tu pasión por las letras volcada así.
    En segundo lugar, nunca creí en las maldiciones, pero para el que cree, debe ser terrible que se las devuelvan duplicadas.
    Es cosas de todos los días aquí, alguien pide una moneda diciéndote lo bueno que eres pero, cuando no se la das, te insulta como si fueras el demonio. Lo peor es que al otro día vuelve a pedirte, porque el sujeto circula siempre por el mismo trayecto.
    Te dejo un beso enorme.
    HD

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  3. Hola Carmen, nunca se me hubiera ocurrido, esta muy bueno lo tendre en cuenta
    Un abrazo

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  4. Ya ves tus circunstancias , son parecidas a las mías( mi entrada tanbién es similar) ..yo tuve más suerte,
    Yo, no haría caso, "maldiciones de burro no llegan al cielo".
    Besos.

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  5. Me encantó la frase de André, pero el susto¡¿Quién te lo quita!?
    Besosssss

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  6. has tenido mucha suerte de que aquello no vaya a mayores. uno nunca sabe cómo pueden actuar de improviso estas personas. un beso.

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  7. Me alegra ver que retomas la frecuencia de publicación a las que nos tenías malacostumbrados, Carmen y coincido con el Sr. Dib en cuanto a la pasión por las letras que transmite este texto.

    Un abrazo,

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  8. Que escalofríos, me habría dado miedo estar en tu situación,jamás sabes con quien te vas a topar en el camino, pero esa mujer no se imaginaba que le regresarías la "maldición", creo que con eso le quedó bien aprendida la lección.

    Saludos

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  9. Vaya miedo nena!!!a mi este tipo de cosas me ponen los pelos de puntaaaa, y ese tipo de maldiciones jajajjajajajajaj no me gustan nadaaaa!!!
    bikosssssss

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  10. Encontró lo que no buscaba y no le gustó. ¡Bien hecho, moza!
    Me encanta la foto.
    Salu2

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  11. No desees nunca a nadie lo que no deseas para ti, es ley de vida, quien mal hace, mal acaba.

    Mi querida Carmen, hace tanto no sé de ti,perdida entre mis silencios y el poco tiempo te he abandonado algo, pero sabes que no te olvido.
    Vengo a dejarte mi siempre abrazo para ti y los tuyos, espero todo esté bien.

    Un lindo fin de semana

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